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Si alguna vez intentaste tejer con totora en Argentina, seguramente notaste que no siempre es sencillo ni placentero. Los grosores cambian, el color no se consigue de nuevo, y el resultado no es lo que esperabas. Esto no es casualidad: la totora, como la conocemos acá, surge del descarte textil.

En cambio, en otros países existe el trapillo premium, un material pensado y fabricado especialmente para tejer. Y la diferencia se nota desde la primera lazada.

La totora que solemos encontrar en Argentina se hace a partir del descarte de la fabricación de telas de la industria de la moda. Es un producto noble porque aprovecha residuos, pero tiene algunas características que pueden resultar frustrantes para quienes tejemos:

  • Irregularidad en el ancho: no hay un grosor uniforme, lo que hace difícil lograr una trama pareja y una terminación prolija.
  • Colores limitados y sin reposición: el colorido es un azar, podes conseguir o no los colores de tu agrado. Y si tuviste la suerte de encontrar un tono que te haya gustado y querés repetir proyecto o te faltó material, probablemente no lo vuelvas a conseguir.
  • Elasticidad cambiante: la tela original varia en su composición.
  • Con enmiendas: te encontrás con un ovillo lleno de nudos.

En definitiva: la totora es económica y ecológica, pero poco previsible.

El trapillo premium, no nace de un descarte, sino de un proceso de fabricación textil diseñado específicamente para artesanías. La tela se produce, se corta y se transforma en ovillo con una intención clara: que sea fácil, uniforme y placentero tejer con ella.

Sus ventajas:

  • Uniformidad: ancho parejo, lo que asegura un tejido prolijo y regular.
  • Paleta estable: colores definidos que se pueden reponer, ideal para grandes proyectos o pedidos por encargo.
  • Textura amigable: suave, flexible y con un peso equilibrado que no fatiga al tejer.
  • Terminación prolija: el resultado final luce más lindo y  profesional.

 Tejer no es solo pasar hilo por la aguja: es también disfrutar del proceso y sentir orgullo por lo que creás. Y ahí, la materia prima marca la diferencia.